Constructivismo
Los fundamentos del constructivismo se basan en la teoría del desarrollo cognitivo de Piaget (Tünnermann, 2011). Sin embargo, es a finales del siglo XX cuando este paradigma comienza a ganar relevancia, manteniéndose vigente hasta la actualidad.
En palabras de Barreto et al. (2006), el constructivismo se constituye como una teoría del conocimiento activo, donde aprender un contenido significa que es el estudiante quien debe atribuir significado y representación mental (Díaz, 2002). Se establece que el aprendizaje es eminentemente dinámico e implica un flujo asimilativo de dentro hacia afuera; por lo tanto, corresponde al docente estructurar situaciones en las que los estudiantes participen activamente en contextos reales o auténticos (Romero y Mateos, 2017). Durante el proceso, se aproximan al significado de lo que se enseña, relacionan lo nuevo con sus conocimientos previos y trabajan para lograr una integración intencional entre teoría y práctica (Medina, 2016).
Rosas y Sebastián (2008), por su parte, aseveran que el constructivismo, aliado natural del cognitivismo, ha sido la antítesis teórica del conductismo, mientras que Renés y Martínez (2015), coincidiendo con los autores anteriores, ratifican que el constructivismo surge de un rechazo a las concepciones epistemológicas inductivistas. Díaz (2005) lo define como una confluencia de diversos enfoques psicológicos, los cuales reconocen que el conocimiento no se recibe pasivamente ni es una copia fiel del medio, y que existe, por lo tanto, un sujeto activo en la construcción de saberes. Sin embargo, salvo contadas excepciones, no se aprecian nítidamente los cambios, a pesar de las duras críticas a los sistemas e instituciones educativas. A la fecha, no hay asomo de renuncia al viejo esquema rígido de exposición-examen, donde, en esencia, se mantiene lo mecánico y repetitivo del aprendizaje
Bajo este modelo, le corresponde al docente mantener una actitud diferente frente al educando y convertirse en un conductor que intencionadamente promueve una atmósfera de reciprocidad, respeto y autoconfianza (Maqueo, 2005). Además, se transforma en un facilitador que considera las estrategias de conocimiento del alumno en formación (Herrera, 2009). Asimismo, debe asumir que los contenidos curriculares se han de relacionar con situaciones de la vida diaria. De esta forma, el aprendizaje se produciría durante el proceso de crear interpretaciones personales del mundo, basado en sus experiencias y en la comunicación con familiares, profesores y amigos (Pedronzo, 2012; Ceja, De la Torre y Vera, 2012). Según Siemens (2004, p. 3), “los aprendices crean conocimiento mientras tratan de comprender sus experiencias”.
Resumiendo, en la aplicación de métodos activos de enseñanza, los contenidos se contextualizan en la realidad para crear el vínculo entre lo que aprende el alumno y su entorno. Vale decir, el estudiante maneja el contenido y el profesor se convierte en el guía de lo que aprende dicho educando. Es por esta razón que se requiere un carácter dialógico, un intercambio de ideas y de discusión. Según Santiuste (2001), se necesita un cambio radical en la mentalidad del maestro.
A pesar del fuerte arraigo que mantiene el constructivismo, en la última década se advierte el nacimiento de una nueva perspectiva. Aunque sería más certero enunciar un renovado enfoque educativo, el apellidado paradigma socioconstructivista, que de acuerdo con Romero y Mateos (2017), se diferencia del constructivismo por la importancia que el socioconstructivismo concede a la cultura y a los procesos de interacción social para que el aprendizaje auténtico se produzca. Sin embargo, aún no hay meridiana claridad en cuanto a diferencias claras en su aporte formativo.
Persiste una confusión conceptual que no permite distinguir claramente entre diferentes enfoques, lo que a menudo entorpece el posicionamiento teórico adoptado por el profesorado. Por ejemplo, Lara, Larrondo, Pinto y Verdugo (2015) argumentan que el socioconstructivismo requiere un compromiso con la transformación y la innovación curricular, pasando de procesos formativos centrados en el docente a un enfoque que prioriza el aprendizaje alcanzado por los estudiantes. En este sentido, la propuesta no presenta diferencias significativas respecto a las planteadas por los adherentes al constructivismo.
Rubén Capetillo Velásquez